Dos de los guionistas de la
productora que ha sentado las bases de la ficción televisiva en España, pretenden trasladar su caduco formato a la pantalla grande y destruir la poca
dignidad que le quedaba a nuestro cine.
Por Juanma Fernández
Warner Bros |
Puntuación: 3
Slatan (Álex García), un terrorista del Karadjistan, tiene que inmolarse
dentro de un avión de pasajeros que va de Moscú a Madrid, pero el temporal ruso
arruina momentáneamente su plan y ha de convivir durante tres días con el resto
de la tripulación en un hotel de montaña. Entre ellos encontramos a Lola (Carmen Machi), recientemente enviudada y
madre de dos niños, a Nancy (Verónica
Echegui), una joven con instintos suicidas, a Camilo y a Natalia (Iván Massagué y Leticia Dolera), de luna de miel, a Eugene (Eduardo Blanco), un vendedor ambulante de zapatos femeninos –si es
que semejante profesión existe en estos días- y a un anciano que de vez en
cuando pasa por allí con el rostro de Héctor
Alterio.
Con semejante compañía es de
suponer que el terrorista, que por supuesto tiene sus motivos, dejará de serlo
y se convertirá en un héroe. Resuelta la primera cuestión que todo espectador
se hace nada más comenzar una película tan sólo queda saber cuánto tiempo
tardará Álex García (Tierra de lobos) en quitarse la
camiseta y lucir algún tatuaje a la altura de la entrepierna. Tres segundos.
Apenas les falta tiempo a los responsables de este capítulo alargado de Los hombres de Paco para desnudar al protagonista.
Parece ser que Álex Pina no es
consciente de que en el cine no existe el zapping, el espectador –aunque debería-
no va a abandonar la sala si no ve el torso de Slatan antes de que aparezcan
los títulos de crédito.
En las últimas décadas, la
ficción televisiva estadounidense ha mirado hacia el cine para satisfacer a
un público cada vez más fragmentado y exigente, hasta llegar al momento actual con
producciones que nada tienen que envidiar al séptimo arte, como Breaking Bad o Juego de tronos. En España ocurre justo lo contrario, el cine se
nutre de la basura que le suministra los canales de televisión, convertidos en el
principal medio de promoción de un film. Hasta Almodóvar ha sucumbido a dicho
fenómeno con Los amantes pasajeros,
por lo que el debut en la dirección de uno de los guionistas de Los Serrano o El barco por muy coral que sea no tiene nada de Berlanga o Trueba y
mucho de Globomedia, productora que ha
congelado la creatividad de nuestros guionistas gracias al desorbitado éxito de
series como Aída o Águila Roja.
Lo único que hay que destacar en Kamikaze
es el buen hacer de unos actores con pocas aspiraciones artísticas a los que
les ha sonreído la suerte. Carmen Machi,
Eduardo Blanco (El hijo de la novia)
y Verónica Echegui (uno de los descubrimientos del desaparecido Bigas Luna) se adueñan de sus
secuencias, víctimas de malos tratos, nómadas sin hogar y necesitadas de cariño
que garantizan al menos una sonrisa.
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